sábado, 20 de octubre de 2012

DESPUES DE

Después de estar totalmente convencido de que quiero morir, hoy me fui al monte a meditar, y decidí con mi mente acabar con mi vida, así que ordené con la mente a mis pulmones que dejaran de respirar y a mi corazón que se parara

 Los pulmones se pararon y dejaron de respirar como yo les ordene desde mi mente que es donde estoy yo, pero el corazón siguió palpitando Después de unos minutos empecé a tener espasmos, dolor y miedo y de pronto mis pulmones volvieron a respirar como locos, el corazón nunca se paro

 Después de esto he comprendido y comprobado que el corazón no obedece a la mente y esta no tiene ningún control sobre él.

  No tenemos control sobre todo nuestro cuerpo, el corazón es una parte de ellas, pero esto no queda ahí, en las partes que si tenemos control como las manos o las piernas por ejemplo tenemos control limitado, limitado con el dolor y el miedo, pues al hacer algo que nos produzca dolor nos hace que paremos y retrocedamos, también si hay algo que recordemos que nos produjo dolor retrocedemos, no lo repetimos, vamos con cuidado.

  Por tanto, en la mente, en la cabeza, es donde estamos nosotros, esta esta encarcelada en un cuerpo físico, del que no pode salir, hasta que el corazón deje de latir, o dejar de respirar por ejemplo.

   Nuestro cuerpo es nuestra cárcel, que está en otra cárcel llamada mundo donde también hay otros tipos de cárceles y los barrotes se llaman miedo y dolor.

   Desde luego a seres que funcionan de esta manera no se les puede atribuir mucho palabras como felicidad, pues son almas presas del miedo y del dolor.

  Para acabar con nuestra propia carcel la mejor forma es engañarla dándole un golpe mortal e instantáneo y si puede ser al corazón mejor, al igual que nos engañamos cada dia pensando que somos felices, libres y que podemos hacer lo que queramos  que absurdo.

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